Nos habíamos propuesto salir de Llavaneres el 18 de noviembre y allí estábamos Tomás y yo ultimando los preparativos. El objetivo era cruzar África por la costa oeste hasta Ciudad del Cabo. Éramos tres amigos y tres vehículos: una honda FMX 650, una honda XR 600 y "la mamá", una seat inca cargada con los recambios, las tiendas de campaña, el paramotor de Chema, latas de conserva y un camping gas.
La primera parada sería Barcelona, donde Chema nos esperaba fuera de la oficina. Sí, aunque parezca mentira trabajó hasta el último día! Hicimos una parada técnica en Honda-Impala para recoger los últimos recambios de las motos y, digno de una perfecta organización latina -es decir, mucha improvisación y poca previsión-, salíamos de la ciudad condal ya de noche. Inauguramos la ruta durmiendo en Valencia en casa de una amiga y brindamos por la aventura que empezaba. La segunda noche paramos en Granada y la tercera los vientos de Tarifa ponían nuestras "quechua" en cursiva. Por fin, Marruecos.
Nos decidimos por la ruta de la costa. Teníamos que parar en Rabat para el visado de Mauritania y era lo más rápido. Ya conocíamos un poco el país y teníamos ganas de ver el Sáhara cuanto antes. En el camino Chema se saltó un dudoso ceda el paso y le paró un policia marroquí. Le pidió 40 euros por la infracción. Al final se solucionó regalándole una camiseta de cross de Impala diciéndole que era la camiseta del Barça. Almenos era azul y roja! Este tipo de corrupción policial sería una constante en el camino. Pues allí estábamos, siempre al sur y el océano a nuestra derecha. La tierra se secaba y progresivamente nos vimos rodeados por la monótona immensidad del desierto. Piedras, arena, viento y una carretera de dos carriles de rectas interminables. Cada 300 kilómetros una gasolinera con restaurante y habitaciones para pasar la noche. En territorio saharaui unos policias marroquís nos pidieron el gps para marcar unas coordenadas en el desierto. A cambio nos dejaron acampar en una playa al lado de su cuartel y nos llenaron una garrafa de agua potable -¡todo un lujo en el desierto!-. Marruecos se acababa. Nos acercábamos al "no man's land", una tierra de nadie entre Marruecos y Mauritania. En estos kilómetros de arena, polvo y esqueletos de hierro -de coches y camiones destrozados- reina la anarquía. Te encuentras buscavidas que compran coches, cambian dinero o te asustan diciéndote que no llegaras a la frontera mauritana para que contrates sus servicios de guía. Nosotros ni caso. Nos pusimos detrás de un camión marroquí para que nos marcara la ruta a seguir y en pocos pero intensos minutos ya veíamos la cola de vehículos para entrar en Mauritania.
La frontera parecía una broma. Consistía en una casucha mal hecha, una roulot y unas barracas con policias tumbados por el suelo apartándose las moscas. Después de los trámites de rigor con la policía y la gendarmerie con intento de soborno incluido-, por fin nos sellaban el pasaporte y entrábamos en el país. Ya era tarde y nos quedamos a dormir en un camping en Nouadibú. Se notaba que ya no estábamos en Marruecos. Más pobreza y la gente más oscura. Fue allí donde nos enteramos del secuestro de los 3 cooperantes catalanes a pocos kilómetros de Nouakchot, en la carretera que une la capital con Nouadibú. La noticia nos entristeció y nos preocupó pero acabábamos de empezar y no íbamos a volver atrás. Al día siguiente nos levantamos muy pronto y nos dirigimos hacia Nouakchot, unos 450 kilómetros de carretera rodeada de dunas doradas. Por el peligro de acampar en el desierto tuvimos que salvar la distancia en un día. Definiría Mauritania en 3 palabras: arena, mezquitas y controles. En cada control uno o dos militares armados que nos pedían los datos -que llevábamos fotocopiados para ahorrar tiempo- y algun cadeau (regalo). Nosotros les decíamos que sólo teniamos regalos para los niños y les dábamos -tragando saliva- un globo amarillo. ¡Ver a un militar armado sujetando un globito amarillo no tiene precio! La estampa se repitió una y otra vez a lo largo de Mauritania y, a través de Aleg, Kiffa y Ayoun el Atrous, entramos en Mali.
Empezaba el África negra. En Nyoro de Sahel, territorio fronterizo del lado malí, vivimos una historia digna de mencionar. Chema se levantó con ganas de volar con su paramotor y tuvo la mala suerte de sobrevolar una zona militar. La policía y los militares se pusieron muy nerviosos y esperaron a que Chema aterrizara para llevarnos a la comisaría en su pick-up. Los locales, soprendidos de ver a unos blancos detenidos, nos miraban con la boca abierta sin entender qué era aquella hélice y aquella bola de tela roja llena de hilos. Después de 4 horas de perdones y de explicar una y otra vez -al teniente, al comisario y finalmente al <em>prefet de la ville-</em> que no teníamos ni idea que fuera una zona militar, nos hicieron borrar las imágenes capturadas desde el aire y nos dejaron marchar. ¡Suerte que estábamos en Mali! En Mauritania hubiéramos tenido más problemas seguro. A mediodía seguimos hacia Bamako a través de las áridas llanuras del Sahel salpicadas de baobabs, los primeros árboles que veíamos después del sáhara. En Bamako descansamos una semana en el <em>auberge Djamilla, </em>un oasis en medio del caos urbano. En este lugar regentado por Fanny -una chica suiza- nos encontramos con otros viajeros europeos en ruta por África. Entre ellos había un citroën 2 caballos con una pareja bretona, un antiguo Unimog (camión militar) con 2 alemanes de 20 años en dirección sudáfrica y una pareja de franceses con un 205 con destino Benín. Estuvo muy bien compartir opiniones, información y aventuras con otros viajeros de nuestra índole. Después de cargar las pilas en Bamako seguimos el curso del río Niger hacia el noreste, pasando por Segou, Mopti i Djenné. Nos habían dicho que no llegaríamos a Tombouctou con la Inca y, precisamente, hacia allí íbamos. Una pista de 200 kilómetros que nos costó 3 pinchazos pero que valió la pena. Nos esperaba una pequeña ciudad rodeada de arena que vive de la leyenda. Las caravanas de camellos que cruzaban el sáhara descargaban la mercancía en Tombouctou y allí seguían la ruta en barcas a través del río Niger. Con la "operación Tombouctou" superada nos encaminamos hacia Bandiagara, la capital del país dogón. Después de un treking por los pueblos que viven en la falla, nuestro mes en Mali se acababa con muy buen sabor de boca. El próximo destino era Burkina Faso -el país de los hombres íntegros
La llegada a Ouagadougou (capital de Burkina) fue apoteósica. Llevábamos la FMX pinchada y cargada en "la mamá", cuando de repente, en pleno centro de la ciudad, empezó a salir humo del motor. Al mismo tiempo se nos acercó la policía y nos dijo que les habíamos filmado con la cámara de video, que estaba prohibido y se llevaron los papeles del vehículo. Acabábamos de llegar y ya teníamos 2 problemillas: uno mecánico y el otro de "diplomacia". Para más inri se nos empezaron a sumar espontáneos. Uno nos tocaba el<em> ngoní </em>-instrumento de cuerda- en la oreja, otro se interesaba por nuestra procedencia, otro ofrecía un mecánico, otro nos enseñaba artesanías varias para vender, otro nos proponía comprar mariguana... Todos hablando a la vez y el coche sacando humo. Al final lo arreglamos todo allí. El mecánico se inventó un manguito nuevo y la policía nos devolvió los papeles después de hacer un trabajo protocolario muy fino con ellos. Después de esta calurosa bienvenida -por la temperatura, ¡claro!- fuimos a buscar alojamiento. La suerte nos volvía a sonreir, volvíamos a encontrar a nuestra estrella y dimos con el "Ok Inn", un hotel con piscina i wifi en el que te dejaban acampar sin pagar ni un duro. Sí señores, ¡gratis! Así que nos quedamos acampados en este hotel toda nuestra estancia en Ouagadougou. Volvíamos a tener una misión: comprarnos una camisa elegante cada uno. La razón era la boda de una amiga de Tomás, una chica de Llavaneres que se casaba con un burkinabe. ¡Qué suerte poder vivir un evento así! Fuimos a la boda con nuestras camisas africanas multicolor en moto y sin casco. La sorpresa fue ver que los africanos iban con camisa y corbata... ups, éramos los más horteras del lugar. El fotógrafo nos hizo escoltar al coche nupcial, una moto en cada lado. Cuando le decíamos a la gente que veníamos de Barcelona para asistir a la boda alucinaban de lo lindo. La verdad es que fue una gran suerte, un gran dia para la posteridad. En Ouagadougou se nos sumó Mireia, la novia de Tomás. Nunca había hecho un viaje así pero con el tiempo demostraría ser una chica muy dura. Los cuatro dejamos <em>Ouaga</em> atrás y nos dirigimos a Bobo-Dioulasso, la segunda ciudad del país. Allí nos separamos: Tomás y Mireia a recorrer el país, Chema a volar y yo a tocar el <em>djembé. </em>Bobo, con menos polución y calor que la capital, nos gustó mucho. Pero en todo lo bueno hay algo malo y fue allí donde Chema cayó enfermo de malaria. En uno de los paises más pobres del mundo, a 41 grados de fiebre y saliéndole sangre de la nariz, Chema pasó malos momentos y casi fue el final de su viaje. Los parásitos de la malaria se le habian reproducido mucho y se quedó muy débil. Al final, con la medicación adecuada y unos dias de descanso ya estuvo listo para continuar hacia el próximo país: Ghana.
Después de la dureza del sáhara y del sahel nos encantaba la idea de llegar al trópico. Ghana no nos defraudó. Nos recibió con su verde esplendor y nos ofreció piñas, cocos, mangos y sandías. Cruzamos el país desde Burkina Faso directamente hacia el océano, donde la bondad de sus playas nos retuvo unas semanitas haciendo barbacoas de pescado fresco bajo la luz de la luna. El camino hacia la costa no estuvo exento de dificultades. La cadena de la XR se rompió en medio de la nada en un momento en el que no estábamos juntos todo el equipo. Así, sin recambios, tuve que esperar bajo la sombra de un árbol a que apareciera algun vehículo. Finalmente cargamos la moto en el techo de una furgoneta para llegar al pueblo más cercano -unos 80 kilómetros-. Afortunadamente un mecánico encontró un trozo de cadena de Yamaha Ténéré que resultó ser compatible. No teníamos el clip para cerrar la cadena y hubo que ir a buscar a un herrero para soldarla. En África ponen toda su imaginación para arreglar las cosas; si no hay pieza, se inventa. El invento funcionó de maravilla pero apareció otro problema: la pinza de freno trasero se partió y se aguantaba milagrosamente. Era de aluminio y no se podía soldar. Hubo que continuar hacia la playa dándole martillazos de vez en cuando para poner la pinza en su sitio. Así se llegó al "Green turtle lodge", una parada obligatoria en Ghana para los viajeros en dirección sur, un paraíso de palmeras y mar, ideal para reponer fuerzas. De allí continuamos hacia el este dirección Accra. Ya en Kokrobite, Chema y yo fuimos a hacer unos recados y, al volver al albergue en el que nos alojábamos, vimos a Tomás de color morado y temblando de frío.¡Lo extraño era que estábamos a cuarenta y pico grados! Fue al hospital y después de los análisis de sangre le dijeron que tenía malaria. Tomás, conocido por nosotros como "la bestia", iba diciendo "mañana nos vamos de aquí". Ni la malaria pudo con sus ganas de continuar el viaje. Aprovechamos su enfermedad para poner las motos a punto y para gestionar el visado de Nigeria en Accra. Para el visado nigeriano se necesitaba, entre otras muchas cosas, una carta de invitación al país que, por supuesto, no teníamos. Nos costó unos segundos reaccionar y decirle al ayundante del embajador que teniamos que imprimirla. Salimos corriendo de la embajada en busca de un cyber. Gracias a la web encontramos una escuela inglesa en Abuja, capital de Nigeria. Copiamos el logo, el nombre del director y su firma y nos inventamos un texto en el que se nos invitaba al país como representantes de "Canalla Child's Association", una asociación inventada in situ. Todo funcionó de maravilla y nos estamparon el visado en los pasaportes de los cuatro. Ya teníamos todo lo que necesitábamos de Ghana. Podíamos continuar el viaje hacia los dos pequeños países previos a Nigeria: Togo y Benín.
Entramos a Togo por la costa. La frontera con Ghana estaba en la playa y los primeros kilómetros togoleses discurrian por el bonito paseo marítimo de Lomé. Al día siguiente, paseando por el centro, vimos una caravana de coches, motos y autobuses llenos de personas pintadas de colores, bailando, gritando consignas, riendo. Eran las elecciones generales de Togo, estaban en plena campaña. Continuamos la ruta parando en Togoville, un pueblo tradicional <em>voodoo, </em>antes de dejar el país y entrar en Benín. Después de una breve parada en Cotonou cambiamos la orientación y nos encaminamos hacia el norte para evitar entrar a Nigeria por Lagos. Parecía una etapa fácil pero me empezó a subir la fiebre y tuvimos que parar la expedición. Me diagnosticaron malaria y fiebre tifoidea. Unos días de medicación a lo bestia entre el hospital y el hotelucho que encontramos -que resultó ser un picadero- y ya pude moverme. Tomás se subió a la XR y yo me senté en "la mamá" tomando vitaminas y esperando recuperarme pronto. Se nos acababa Benín y le dijimos adiós por una pista de tierra preciosa entre árboles y pueblos remotos.
Ya estábamos en Nigeria. Habíamos decidido entrar por el centro del país, más seguro que el sur. Así evitábamos Lagos y el delta del Níger. Queríamos ir directamente hacia Abuja, la capital, para hacer gran parte de los visados que nos faltaban hasta Ciudad del Cabo. Cómo íbamos con nuesta querida Seat Inca no pudimos seguir la ruta marcada y tuvimos que desviarnos hacia el sur. Nigeria nos esperaba con todos sus agujeros en el asfalto y con todos sus controles con pinchos en el suelo y hombres -con o sin uniforme- armados. Una desquiciante media de 100 kilómetros cada 3 o 4 horas. El tercer día en Nigeria la XR no podía más: el plato estaba liso, no le quedaba ni un diente. La cargamos en la Inca y continuamos dos en la furgo y dos en la FMX. Ya la arreglaríamos en Abuja, queríamos llegar ese mismo día. El azar quiso que, en una confusión al parar a repostar, nos separáramos y nos perdíeramos. La FMX con Chema y MIreia continuó y Tomás y yo nos quedamos. Además, nos pusieron varios litros de gasolina super en la Inca y tuvimos que ir al mercado negro para encontrar gasoil. Curiosamente, la mayoría de gasolineras no tenían. Solucionamos el problema y continuamos la marcha un poco acelerados para encontrar a la moto. Uno de los famosos agujeros del asfalto nigeriano nos sorprendió y rebentamos una rueda con un llantazo que dejó el círculo en forma de corazón. No nos quedaban ruedas de repuesto. Habíamos pinchado la última hacía unas horas. Había que volver al pueblo y arreglar los pinchazos. Tomás se fue y yo le esperé en una sombra con el gato del coche puesto. Volvió rápido y con dos ruedas arregladas. Habíamos perdido mucho tiempo pero teníamos que llegar a Abuja ese mismo día. Estábamos cerca, sólo teníamos que aguantar un poco más. En Abuja nos esperaba el hotel Sheraton, conocido entre viajeros por dejar acampar gratis dentro de sus instalaciones. Esa era nuestra meta. Después de unas largas últimas horas separados, llegamos al lujoso hotel y nos encontramos con la FMX aparcada al lado de una montaña de basura en la parte de atrás del recinto. Los cuatro nos fundimos en un abrazo. Lo habíamos conseguido, estábamos en la capital de Nigeria. Por mi parte, bastante débil físicamente y habiéndo pasado cierta angustia por las carrteras nigerianas, decidí plantarme. Vendí la XR y me compré un billete de avión hacia Amsterdam. Habian pasado 4 meses y el viaje se acababa para mi. El resto de la historia hasta Sudáfrica os la contarán ellos. ¡Suerte chicos! ¡Hasta pronto!
El 14 de marzo arrancaba de nuevo la expedición desde Abuja (Nigeria). Víctor volvía a casa en avión y nosotros -Chema, Mireia y yo- íbamos con la Inca y la FMX hacia la frontera con Camerún. Haríamos 570 kilómetros, una etapa récord hasta el momento.
En Camerún nos esperaba el poto-poto, el barro africano "que se lo come todo". Los problemas llegaron pronto. Después de unos primeros charcos que pudimos sortear sufriendo un poco, llegamos a una auténtica piscina en la que el cárter tocaba la arena sumergida. Un local se ofreció a sacárnosla y aceptamos. Craso error, ya que, acelerando gas a fondo sólo consiguió cargarse un manguito de agua. Un grupo de leñadores nos arrastró con un Hilux 4X4 durante unos kilómetros más. Así rompimos el palier y empezamos a tener también problemas eléctricos. Teníamos que buscar una solución. Chema y yo fuimos a Mamfe -la ciudad grande del lugar- a buscar un camión que quisiera sacarnos de allí. Habíamos acabado hartos de los leñadores y el Hilux 4X4. En Mamfe, tras liarse una graciosa bronca africana de gritos y gesticulaciones, conseguimos una bestia de camión 8X8 dispuesto a ayudarnos por unos 300 euros, África es más caro que Asia. Cargamos la Inca en el camión y la FMX nos seguía a trancas y a barrancas. Incluso el el 8X8 se quedó clavado 3 veces, pero con un truco local -rompiendo setas gigantes en el barro para endurecerlo-, conseguimos seguir la ruta hasta Mamfe. Allí arreglamos el palier, el alternador y un par de ruedas pero, acto seguido, se rompía la bomba de agua. Entre mecánicos y desguaces me empezó a doler la parte baja de la espalda cada vez más intensamente. Fuimos al hospital más cercano y me diagnosticaron un cólico nefrítico. Fue una experiencia intensa vivir la realidad de un hospital africano pero no cambiaria lo vivido. No se puede explicar con palabras, hay que vivirlo. Me recuperé al mismo tiempo que la Inca y continuamos hacia Yaundé -la capital- para hacer el visado de Gabón y aprovechar para descansar un poco. El trópico y el poto-poto estaban siendo duros. Nos despedimos de Camerún sorteando con elegancia controles de policía corruptos -ya íbamos cogiendo experiencia en no pagar ni un duro- y llegamos a Gabón sin más problemas.
Creíamos que Gabón iba a ser un país caro donde los turistas no eran bienvenidos pero, a parte de de unos primeros kilómetros con controles de policía que pedían dinero -como siempre-, nos encontramos con buenos precios y gente mayoritariamente amable. Continuaban la selva y las pistas embarradas, esta vez al lado de un río muy grande, el Ogoone. Íbamos dirección a Franceville, hacia el interior del país, y paramos a dormir en Lope. Chema quería volar y fue a hablar con el jefe del pueblo. La casualidad -o nuestra estrella- hizo que conociera a un gabonés llamado Álex López, de madre italiana y padre español pero nacido allí. Gracias a su generosidad vivimos una de las mejores noches del viaje con solomillo de ternera, vino y whisky incluído. Además, a Álex se le antojó hacer un safari nocturno y nos metimos en la selva en plena oscuridad para ver elefantes, antílopes y bueyes -entre otros animales-. Gracias Álex, ¡fue una pasada! Al día siguiente continuamos el viaje hacia el sur, siempre hacia el sur. Nos encontramos con buenas carreteras -Acciona estaba trabajando allí- hasta que cruzamos un río con la Inca y se nos paró de golpe. Cambiamos los fusibles pero volvieron a saltar. Nos tuvieron que arrastrar hasta el taller más cercano, donde sacamos los inyectores para vaciar toda el agua del motor. También tuvimos que arreglar el arranque porque la llave no iba. El mecánico, que era un crack, nos puso un botón muy chulo para arrancarla y continuamos cruzando ríos con el miedo en el cuerpo. En estos intentos agujereamos el cárter y lo tapamos con silicona como solución de emergencia para llegar a Congo como se pudiera. La FMX avanzaba bien, pero la Inca se nos estaba cayendo a trozos. A ver que pasaría en los congos: Congo y la República Democrática del Congo.
Queríamos cruzar los dos congos por la costa, donde son estrechos y menos peligrosos que en el interior. Empezábamos con ilusión un país que resultaría ser la sorpresa del viaje, con gente super amable y pistas de tierra impresionantes. Algun día volveremos a explorarlo mejor, Congo es un paraíso del enduro. Pues allí mismo, en la frontera de Gabón con Congo, Chema pinchó la rueda de atrás de la FMX. No teníamos rueda de recambio e íbamos a cargarla en la furgo, pero nos acordamos de un spray reparapinchazos que nos había dejado Víctor y solucionamos el problema rápidamente. De todos modos, como no nos fiábamos mucho de su eficacia, Chema se adelantó hasta encontrar un mecánico. De camino hasta el primer pueblo (60 kms) nos pararon tres veces: la policía, el ejército y la <em>gendarmerie</em>. Cómo siempre nos dijeron que "la carretera no está bien, ¡está muy bien!". Evidentemente era mentira y nos quedamos clavados varias veces, pero con sudor e insistencia logramos continuar. Mientras avanzábamos duramente se nos acercó una moto con un militar y nos dijo que nos habíamos saltado un control, que teníamos que volver atrás y que, además, en la persecución se había roto la suspensión de la moto y que la teníamos que pagar nosotros. Nos costó mucho tiempo y paciencia lograr que nos devolvieran los pasaportes a cambio de nada. Ya estábamos hartos de tanta corrupción y no cedíamos ni un miserable euro. Por fin, pudimos continuar hasta el siguiente pueblo, Kivangou. Allí nos detuvieron otros militares más simpáticos que los anteriores. Nos enseñaron donde podíamos dormir y les invitamos a unas cervezas calientes. Esa noche cenamos lo único que había, antílope. Chema montó el paramotor al día siguiente y sobrevoló esas tierras congoleñas. El revuelo que causó fue impresionante y al bajar, un abuelo del lugar, nos ofreció unas monedas por haber distraído a todos los niños del pueblo. No me atrevo a decir cuantos había... ¡muchos! Continuamos la ruta hasta que un camión bloqueado en una cuesta embarrada nos hizo parar. Allí nos encontramos con Tango, un conocido lituano que viajaba en una Kawa 250 en solitario. Nos ayudamos mútuamente a superar los obstáculos y dormimos en medio de la pista con nuestras "quechua". Estábamos camino de Point Noire y luchamos con toda nuestra energía contra el poto-poto hasta llegar al pueblo fronterizo con Cabinda (Angola). Cabinda es una parte angoleña aislada del país que separa Congo de la República Democrática del Congo. Fue allí donde hubo un atentado contra la selección de fútbol de Togo unos meses antes, en la Copa de África. Nos pusieron un sello de Angola en el pasaporte y llegamos con un problema eléctrico a la frontera con la R.D. del Congo. Estábamos siendo arrastrados por un coche local que se saltó dos controles de aduanas de Angola y dos controles más de la parte del Congo. Al final, hicieron parar al coche, sacaron al pobre hombre a culatazos de escopeta, le pegaron una paliza y volvió medio desnudo, llorando y sin coche a su Cabinda natal. Una de esas historias africanas que te dejan con la boca abierta. Yo no sabía qué hacer, me había dejado arrastrar y también me había saltado los controles. Gracias a Dios -o a lo que fuera- encontramos a un buen policía de aduanas que nos ayudó en todo. Nos cambió dinero, agilizó los trámites burocráticos y consiguió que un coche nos remolcara hasta que pudiéramos encontrar a otro mecánico. Al final arreglamos el problema en el alternador y llegamos al río congo, frontera natural entre la R.D. del Congo y Angola. Teníamos que cruzar el río en una patera para cambiar de país.
Una vez superado el delta del rio Congo, metiendo la Inca mediante dos palos de madera dentro de una patera, llegamos a Angola de nuevo, pero esta vez teníamos que superar unos 1500 quilómetros en cuatro días a causa de que el ministerio de inmigración sólo da visados de tránsito a los turistas. Puntualizar que inmigración de Angola es lo más antipático de toda África, en cambio, el angoleño es muy hospitalario. Así que gas a fondo, todo iba como la seda, la carretera había mejorado sensiblemente, la inca parecía que respondía hasta que en una escapada me paro en un control de policía donde me invitan a una Coca-Cola y empiezo a hablar con los locales para esperar. En pocos minutos llegó un camionero y le explicó al policía que dos quilómetros atrás unos turistas con una furgoneta blanca habían roto el cárter con una piedra y habían gripado el motor. Fue así como me enteré que la inca había muerto, concretamente dijo en portugués: El carro gripó. Gracias a un contacto nos extendieron el visado lo que es casi imposible en Angola y pasamos dos noches en el control de policía bebiendo cerveza pagada por la corrupción de la policía y disfrutando de mis últimos vuelos en África. Empezaba un nuevo viaje, cogimos un autobús muy loco y nos dirigimos a la capital, Luanda. Capital más caótica no había visto ni de lejos en toda Asia y África, como dice Víctor de Nigeria, están en guerra civil y no lo saben. Entre otras cosas, a causa de la lluvia, te encuentras con piscinas de barro en medio de la ciudad de unos dos metros de profundidad. La solución fue enviar el paramotor a Barcelona y Tomás y Mireia se compran una moto china nueva de 125cc por 300 euros para llegar al objetivo, Cape Town.
En este punto tenía un poco de prisa ya que mi hermana venia a visitarme en Namibia y piso gas a fondo incluyendo nocturnas esquivando hienas, rayos y más poto poto. En 3 o 4 días ya estaba en Windhoek, Capital de Namibia.
Vuelta a la civilización, la primera noche en Namibia dormí en el almacén de una gasolinera donde vi bajar de un autobús un equipo de futbol que me dejó la piel de gallina porque tenían ropa limpia, gafas, educación, cultura, bambas… empezaba otro tipo de viaje, al llegar al camping de la capital, me instalo en la zona camping de un hostal también increíble porque tenía luz, agua, gas, estaba limpio, hasta habían más turistas. Fue divertido porque había perdido mi tienda de campaña en el poto poto de Angola y el segundo día una americana me preguntó: ¿Tu eres el que duerme en la zona camping sin tienda de campaña? Me reí tanto que no hizo falta responder
Llega mi hermana y hacemos el primer Safari serio del viaje, “un espectáculo espectacular” y visitamos lo más destacado del país. Un país muy bonito y recomendable pero con dos problemas. Primero el nivel altísimo de crimen, en nuestro hostal hasta había un cartel irónico que dice: Windhoek experience, coge tu cámara y date un paseo nocturno por la ciudad. Segundo el racismo, dicen que ha mejorado después del apertheid, quizá es verdad, pero en mi opinión sigue habiendo un odio recíproco muy profundo. Por ejemplo, en una fiesta que fui de unas 100 personas, todos eran blancos menos el recoge vasos
A causa de que ya estábamos en países civilizados o no tan interesantes, empezaba el invierno, que ya no tenía el paramotor y que ya había visto lo que quería ver de África, compré el billete de avión para volver a casa el mismo día de mi cumpleaños, el 12 de Mayo.
Así que me planto en 3 días en Ciudad del Cabo, los últimos 500 km bajo la lluvia, África seria dura hasta el final pero la Honda FMX y la moto "chinois" no dieron ningun problema. Sur África lo vi muy parecido a Namibia pero con más gente y más racismo. Incluso, una chica surafricana blanca, me contó que su marido trabaja en Nigeria, yo le pregunté que si era negro, y ella me respondió que eso es como mezclar cebras con cocodrilos.
Lo más bonito de Sur África, fue ir hasta el cabo de buena esperanza, donde vi que lo había conseguido, más al sur ya sólo hay el Cabo de Águilas, objetivo cumplido. Hasta lo pudimos celebrar saliendo de fiesta incrementando la media a 6 fiestas en 6 meses. Y aqui se acabó la aventura, totalmente diferente a la anterior en Asia. Durante 6 meses, cruzando 17 países y después de 26.000 quilómetros.
Qui vulgui mes informacio, fotos, videos...
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De Barcelona A Ciutat Del Cap En Moto 2010
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Re: De Barcelona A Ciutat Del Cap En Moto 2010
Un viatge grandíssim. Festa? Devieu anar a Long Street... ;)
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Re: De Barcelona A Ciutat Del Cap En Moto 2010
[quote user="Storm" post="153476"]Un viatge grandíssim. Festa? Devieu anar a Long Street... ;)[/quote]
La veritat es que si que hi varem anar i varem agafar un bon pet de comiat d'africa.
Ara em dedico a organitçar viatges per tot el mon en moto
www.viajeenmoto.com
Espero que t'agradi
Gassssss
La veritat es que si que hi varem anar i varem agafar un bon pet de comiat d'africa.
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Re: De Barcelona A Ciutat Del Cap En Moto 2010
felicitats :D
Volies escoltar el vent i volar amb els ocells,
Alonso ha fet volta ràpida amb el Ferrari.
Volies saludar el sol ballant sota la pluja,
Israel bombardeja la franja de Gaza.
Volies fer-me l´amor mirant la lluna plena,
últim capítol de la tercera temporada.
Volies ser propietari de la teva vida,
no et mous del sofa veient gran hermano.
Com deia Bob Dylan,
“You don´t need a wheatherman,
just look throught your window”.
Apaga la tele, si vols.
ostia, kines fotos mes xules!!!!!!!!!
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"No podré oblidar els ulls d´aquests nens que es barallen per les sobres."
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Koper l’ha editat per darrera vegada el dia: dl. feb. 14, 2011 12:14 am, en total s’ha editat 2 vegades.
By any means: Tunez-França-Egipte-Italia-Mexic-USA-Suissa-Monaco-Spain-Catalunya-Andorra-UK
"Inteligencia militar son dos términos contradictorios."
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